Jamal Kanj, CounterPunch.org, 15 octubre 2025
Traducido del inglés por Sinfo Fernández.

Jamal Kanj es autor de Children of Catastrophe: Journey from a Palestinian Refugee Camp to America (Hijos de la catástrofe: Viaje desde un campo de refugiados palestino a Estados Unidos) y otros libros. Escribe con frecuencia sobre temas relacionados con el mundo árabe para diversos medios nacionales e internacionales.
Gaza no olvidará
El humo asfixiante que se cierne aún sobre sus ruinas, espeso, con el olor acre de la pólvora y el polvo que lleva consigo el aroma de la traición y la huella del coraje. Sus calles, que antes se llenaban con las risas de los niños, se convirtieron en campos de matanza israelíes. Ahora resuenan con los nombres y los recuerdos de los mártires.
Las fosas comunes, el hormigón roto y el acero retorcido no sólo son pruebas del odio sionista. Son testigos de quienes la apoyaron y de quienes le fallaron. Hoy, los escombros de Gaza guardan más recuerdos que todas las bibliotecas de la nación.
Palestina recordará
Recordará los sacrificios desinteresados de los médicos y trabajadores sanitarios que se negaron a abandonar a sus pacientes enfermos mientras las bombas llovían sobre sus hospitales; los periodistas que se convirtieron en noticia, perseguidos por atreverse a revelar la verdad; las madres que envolvieron a sus hijos en la bandera roja, negra, verde y blanca de una nación que Israel está desesperado por borrar.
No son historias de desesperación, sino de rebeldía, de insistir en su derecho a respirar vida en medio de la muerte.
Gaza no olvidará
No olvidará el silencio de las democracias occidentales. En una trágica inversión, la mayoría de las naciones europeas, encadenadas por los fantasmas de su pasado, cambiaron la moralidad por la absolución. Los autoproclamados defensores de los derechos humanos ofrecieron a los palestinos en el altar de las víctimas de ayer para expiar los pecados de Europa.
Gaza no olvidará a la administración Biden, que vetó todas las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU que pedían el fin del genocidio. Tampoco a Donald Trump, que echó leña al fuego y luego exigió reconocimiento por apagar sus propias llamas.
Esta semana, los líderes árabes, musulmanes y mundiales se han reunido como polillas alrededor del pirómano estadounidense convertido en bombero, «celebrando» las cenizas de Gaza.
Palestina recordará
Recordará a las personas que se levantaron por Gaza, desde el Yemen hasta Dublín, desde Ciudad del Cabo hasta Londres y Madrid, mientras las capitales árabes, desde El Cairo hasta Riad, dormían. Irlanda y España lideraron el boicot, mientras que los países árabes, desde el Golfo hasta Jordania, abrieron sus puertos y autopistas para proporcionar rutas alternativas a las mercancías israelíes, incluso cuando el Yemen impuso un bloqueo marítimo en el Mar Rojo.
Gaza no olvidará
Gaza no olvidará —ni perdonará— a los gobiernos árabes que abrieron sus puertos cuando los trabajadores de los astilleros italianos se negaron a hacerlo, entregando armas estadounidenses utilizadas para aniquilar a sus hijos y destruir sus hospitales.
Palestina recordará
Recordará a Sudáfrica —una nación que no es árabe ni musulmana— que llevó su caso ante la Corte Internacional de Justicia, acusando a Israel de genocidio. Un país que en su día estuvo marcado por el apartheid se convirtió en la conciencia moral de un mundo demasiado tímido para alzar la voz. Con ese acto de solidaridad, Sudáfrica reavivó la verdad universal de que la justicia no conoce fronteras.
Palestina recordará la resistencia libanesa que entregó a sus líderes para la defensa de Gaza; al Yemen, pobre en riqueza pero rico en dignidad, cuya solidaridad nunca vaciló; a Irán, firme contra la arrogancia israelí. Recordará a Irlanda y España, que no le dieron la espalda cuando lo hicieron los árabes, demostrando que la verdadera solidaridad trasciende las fronteras, la fe y el parentesco, y se basa únicamente en la humanidad compartida.
Recordará a los héroes de las flotillas que desafiaron las olas de odio y el asedio para llevar mensajes de compasión; a los voluntarios anónimos que abandonaron la seguridad de sus países para curar a los heridos y alimentar a los hambrientos; a los estudiantes estadounidenses que convirtieron los campus en campamentos de resistencia; a los artistas, actores y músicos que arriesgaron sus carreras por la justicia; a los empleados que perdieron sus puestos de trabajo por protestar contra la complicidad de Google, Microsoft y otros gigantes tecnológicos en los crímenes de Israel.
Gaza no olvidará a quienes la traicionaron
Palestina siempre estará agradecida a quienes se atrevieron a decir la verdad cuando era peligroso, a quienes marcharon cuando estaba prohibido, a quienes lloraron cuando no estaba de moda.
Palestina lo recordará.
La historia lo recordará.
La justicia lo recordará.
Durante casi dos años, Gaza ha soportado un genocidio tan implacable que desafía cualquier descripción. La maquinaria bélica israelí ha convertido los hospitales en morgues, las escuelas de la ONU en fosas comunes y los campos de refugiados en cráteres. Sin embargo, Gaza se niega a morir.
Cada vez que es bombardeada «hasta volver a la Edad de Piedra», resurge, como el fénix, para reconstruir no sólo sus estructuras, sino también su indomable voluntad. En ese desafío reside el mayor temor del ocupante: la memoria.
Israel puede destruir edificios, pero no borrar el recuerdo. El asedio puede matar de hambre al cuerpo de Gaza, pero alimenta el alma colectiva de Palestina.
Los niños de Gaza crecerán con recuerdos que ningún niño debería soportar. Pero también heredarán algo indestructible: la dignidad. En cada hogar demolido y en cada familia destrozada vive una historia que se niega a ser enterrada.
La memoria de Gaza no se desvanecerá. Porque la mente, a diferencia de la piedra, no puede ser ocupada. Es el archivo eterno de la resiliencia de un pueblo, transmitido de generación en generación, que teje el tapiz indeleble de la Palestina actual.
Las ruinas de Gaza no sólo son testimonio del genocidio de Israel, sino también del colapso moral de quienes lo permitieron.
Gaza resurgirá, ladrillo a ladrillo.
Pero lo que nunca resucitará es la mentira israelí, que durante ocho décadas encubrió el proyecto sionista bajo la apariencia de victimismo, ocupando las narrativas occidentales y fabricando consenso.
Gaza resurgirá, y el mito israelí permanecerá enterrado bajo sus escombros, para siempre.
Publicado en Voces del Mundo .





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